La contraportada de La mejor familia del mundo destaca que es una antología de relatos, lo que indica necesariamente una selección personal. La autora ha elegido los más adecuados de su producción en relación con otro tipo de selección, el filtro temático, puesto que el libro se centra en las relaciones familiares. Los doce relatos elegidos las exploran con diversos y significativos enfoques (leo en la contraportada): “hermanos celosos, padres que anteponen sus vicios al cuidado de sus hijos. Tías que […] esconden la frustración por la maternidad frustrada, primas que pierden la amistad…”.

    En sentido estricto, nada nuevo bajo el sol. Un término que surge nada más leer el libro es “cotidianidad”, muy emparentado con déjà vu. Son narraciones de sucesos que bien podrían habernos sucedido a nosotros o las hemos visto en otros. Pero además de la cotidianidad en unas narraciones muy realistas de la familia, el lector tiene la sensación de que las fuentes del libro son autobiográficas, que la vida de la autora se refleja directa o indirectamente en los relatos. En cierta medida, esta sensación la fomentan dos factores: por un lado, un hilo conductor al que se adhieren algunos protagonistas, que se repiten, y que los relatos están interconectados por algunos elementos; por otro, la cercanía al propio ciclo vital de la autora. Pero la cotidianidad es una línea que se tuerce con eventos particulares y singulares marcando el dibujo de la vida, de ahí que los sucesos sorpresivos o no esperables, inventados o no, y la forma de relatarlos sustancian la diferencia de este libro. Esos elementos se imponen a la protagonista-autora y preparan el caldo de cultivo a relatos con mensajes de fondo que tienen como referencia el «Yo, soy yo y mis circunstancias» de Ortega y Gasset. Mayte Blasco describe no sólo cómo trata la vida a la protagonista central -insisto en la idea de su unicidad- en diversas fases, sino que, de forma tangencial, expone cómo responder a determinados acontecimientos.

   El uso de la cotidianeidad en la narrativa tiene la desventaja de que es necesario potenciar más otros aspectos que la trama para mantener viva la llama de la lectura. De ahí que, cuando prima solo la narración de lo cotidiano, el relato puede llegar a ser anodino. Por eso, creo que el potencial lector se encontrará en “La mejora familia del mundo” con un libro honesto (en términos literarios): calidad y entretenimiento garantizados, aunque sin excesos. La autora exhibe una escritura pragmática en la utilización de los recursos, además de un estilo propio inconfundible (prosa sencilla, realismo situacional, simplicidad expresiva, ambientes reconocibles), lo que en el argot se define como tener oficio. Ese oficio le lleva a usar con frecuencia la técnica de la humanización de los errores e imprevistos para conseguir la empatía de la audiencia. Nada reprochable sino todo lo contrario, puesto que, sin esa empatía inducida, el libro podría quedar solo en un mero ejercicio de escritura creativa.

    También el libro se somete a otra selección, la de cada lector. Probablemente quede impactado de entrada con el primer relato, “Matar al padre”, que pierde muchos puntos para alguien avezado o acostumbrado a leer entre líneas. Es muy previsible, y la carencia de sorpresa le hace perder fuerza a este relato, de por sí dramático si no fuera por el dichoso déjà vu. Tomando referencia mis comentarios anteriores sobre la cotidianeidad creo que “Puñados de tierra” es de los más completos porque tanto la estructura del relato como los varios puntos de giro intercalados y el final con sorpresa y tensión dramática les hacen merecer esta calificación. En otra línea, funciona muy bien “La tía enrollada” -otro con final sorpresa- que integra una de las páginas más potentes del libro, de la que extracto:

  “no les has contado a tu madre ni a tus hermanas que hace siete meses que no te viene la regla, y no es precisamente porque estés embarazada. No les has hablado de los calores nocturnos, ni de ese dolor terrible que soportas fingiendo placer cuando tu marido hunde su trozo de carne en tus entrañas secas. No fuiste madre y nunca lo serás. Pero ellas no lo saben, así que juguemos, piensas, juguemos a ser jóvenes para siempre”.

   Es un ejemplo de las incursiones intermitentes y gustosas de Mayte Blasco en ideas fuerza sobre el tema, que hacen que los doce relatos mantengan el tono general de buen libro.