En la contraportada del libro Un río sonámbulo se indica que:

   En estos poemas el ojo que observa el mundo es el de un niño. Por su retina pasa un río sonámbulo que es al mismo tiempo la historia de su infancia, el pueblo y su familia. El río es un mago que juega con el niño, pero también un ser que padece de abandono: “No tiene nadie que le rente un lugar en los abrazos”. Más allá de una poética de la niñez, este libro es también un reclamo ecologista.

    El retorno a la niñez como recurso poético es una constante en la obra de Carlos Villalobos; lo señaló hace tiempo Ronald Bonilla: El poeta -Carlos Villalobos- es un niño, alguien que perdió la infancia, o quizá la recuperó.

   Formalmente, Un río sonámbulo opera con una estructura fílmica: capa poema es una escena de un poemario-relato. En esta narración, el niño-poeta desvela sus vivencias con su familia en el ámbito rural, tomando El Silencio de Los Ángeles (Costa Rica) -río real y río simbólico- como personaje principal.

   El Silencio
            no es un río.
   Es un fantasma de agua
   que vino a jugar con los niños de la calle.

    Conviene, a este respecto, tener en cuenta las citas que encabezan el poemario:

    Lo llamamos el "Río del Silencio"; porque parecía haber en su curso una influencia inexpresiva. (Edgar Alan Poe).   
Mirar el río hecho de tiempo y agua / y recordar que el tiempo es otro río, / saber que nos perdemos como el río /y que los rostros pasan como el agua (Borges)..

    En consonancia con el relato, Carlos Villalobos desarrolla en el libro su poesía de personajes -lo afirmó Alfonso Chace, hace tiempo, refiriéndose a otro de sus poemarios, Fosario-; de ahí que los poemas versen tanto sobre el río como sobre sus personajes equivalentes o suplantados -el río y su costumbre de hacerse pasar por otros, afirma un verso-: madre, abuela, abuelo, padre. Es significativo al respecto que el poemario marque con el poema “Desánimo del padre”, el inicio de esa serie de mágicas transformaciones:

    …los ríos son débiles
   y les mienten a los niños
   como un padre cuando tiene sed
   y nada lo detiene
.

    Así mismo, es significativo que continuamente se refuerce la intrínseca relación entre personaje simbólico y persona, bien con los títulos (“Ella también es un pozo”; “El río es un niño”); bien con referencias directas en los versos, como en “La cara del abuelo” (El río o abuelo / (en este punto da lo mismo) / saca canicas del fondo de las pozas.); como en “El río es un niño”: El río es un poeta que no sabe que es un niño; o en el final del impactante poema “Los machetes ebrios”:

   Mi madre abrió la puerta y se arrancó el silencio.
   Le pidió que vaciara los demonios.
   Le dijo que por Dios se fuera
       que mi padre no estaba 
       que ahora mismo era un río 
                           río abajo 
   donde no es posible que lleguen vivos los machetes ebrios.

    En paralelo al relato, surgen temáticas de ámbito social, uno de los elementos esenciales de la poética de Carlos Villalobos, que practica una poesía comprometida con el cambio, como afirmaba en recientes declaraciones a la prensa:

    La poesía es un discurso poco efectivo para provocar una revolución o modificar las estructuras ideológicas ... pero al menos es un discurso que se niega a las versiones oficiales.
    No creo que yo sea la voz que habla por los silenciados, pero al menos a mí, como sujeto histórico, no me silencian. Escribo porque es mi derecho a decir lo que pienso.

    Así, su voz se alza contra la explotación de los niños en el poema “Trabajo infantil”; contra las promesas incumplidas de la clase política y la postergación de las mejoras sociales en “El fin de la miseria”:

    Juró que una palabra suya
                        una palabra suya bastaría para que haya un lunes
                        una escuela
                        un camino
                        o el fin de la miseria
.

    Como en los últimos versos, el autor expresa con numerosas referencias intertextuales la influencia de la religión católica en las bases populares y en su entorno. El tema religioso aparece con frecuencia de forma tangencial al relato, aunque el poema “No llegaron los barcos de Dios”, explicita esa temática y puede tomarse como una declaración de su posición respecto a las creencias religiosas.

    Por otro lado, se podría hablar de la multiplicidad y riqueza de recursos estilísticos, pero a título de muestra destacamos la contraposición de la monótona repetición del vocablo “río”, frente al rico bagaje léxico que utiliza Carlos Villalobos relacionados con ese vocablo, con verbos, nombres o adjetivos, continentes, efecto, seres o partes del ser.

    Hay que señalar que el poeta-niño recuerda la infancia sin añoranza; más bien, al contrario, como una secuencia irrepetible que se alejó -igual que un río-, pero que le marcó una cicatriz que aún tengo en la memoria. En la narración abundan los sucesos tristes, dolorosos, muchas veces violentos. El poema final cierra con la muerte del río, relatada vívidamente plano a plano, este libro excepcionalmente emotivo

    La potencia lírica de su escritura, la ambivalencia de los personajes y su construcción poética, y los discursos temáticos conectados a los poemas fue lo que motivó el galardón en el I Premio Internacional del Poesía Dolors Alberola; ya que, a juicio del jurado: “es un poemario denso pero fluyente; alegórico y mágicamente real, a la par. Así como también vital y poético”.